Entonces, la piel madura, ¿de verdad es capaz de aprender de la oliva?
Desde luego, no podría encontrar mejor maestra. Tanto los jardineros especializados en plantas medicinales como la desarrolladora están de acuerdo en ello. Annette Greco lo explica así: «En el desarrollo de nuestra cosmética, primero nos centramos en la persona y sus necesidades y solo después ponemos nuestra mirada en la naturaleza. ¿Qué planta en concreto puede apoyar ese momento vital en el que se encuentra la piel madura? Nos surge un interés por los temas que adquieren actualidad en esos momentos: una disminución de las energías vitales y, al mismo tiempo, un despertar de nuevas energías, mentales y espirituales. Para mí, el olivo encaja perfectamente en ese contexto, con su tronco visiblemente envejecido, del que no dejan de brotar nuevas ramas, y su corona plateada, de la que cuelgan frutos negros.
¿Cómo es el encuentro entre la oliva y la piel?
Para mí, lo que se produce entre la oliva y la piel es una unión muy especial. Ambas contienen agua y lípidos. Algo que no resulta sorprendente para la piel humana, pero muy raramente ocurre entre frutos. Normalmente, es en las semillas de una planta donde encontramos los aceites, mientras que el fruto a su alrededor suele ser de naturaleza acuosa. La oliva, el fruto del olivo, contiene en su pulpa ambos elementos, agua y grasa. Su peculiaridad es que no separa, sino que une».
¿Y cómo beneficia eso a tu piel?
Con la oliva, la piel se asegura una buena dosis de vitalidad y recibe apoyo intensivo en su regeneración nocturna, despertándose radiantemente bella a la mañana siguiente, con energías renovadas. Forever young.