La piel es el mayor órgano de nuestro cuerpo. Con sus incontables tareas y talentos es, además, un verdadero milagro de la naturaleza. Protege de los agentes externos, regula la temperatura corporal, puede almacenar agua y hacer visibles las emociones. Todo ello durante toda una vida. Y es que, a diferencia de la mayoría de las células del cuerpo, las de la piel se mantienen constantemente activas.
La hipodermis
está compuesta por tejido conjuntivo y tejido adiposo suelto. Sirve de protección contra el frío y de frontera hacia el interior del cuerpo.
La dermis
es un tejido conjuntivo rico en fibras de colágeno, y se ve especialmente afectada por el proceso de envejecimiento. Aquí también se encuentra el sistema linfático, que elimina los productos de desecho del metabolismo. Además, aquí también encontramos la mayor parte de las glándulas de la piel y de las raíces del pelo, así como numerosos receptores sensoriales.
El grosor de la piel
se sitúa entre 30 micrómetros y 4 milímetros. Nuestra piel es más gruesa en las plantas de los pies y las palmas de las manos, y más fina alrededor de los ojos y los labios.
En función del tamaño del cuerpo,
la piel humana puede tener un tamaño aproximado de 2 metros cuadrados y pesar hasta 10 kilogramos.
Hasta 14 gramos
de células muertas de la piel pierde una persona al día. Por lo tanto, la piel está constantemente produciendo células nuevas.
La epidermis
es la barrera protectora exterior. Contiene células encargadas de la pigmentación, que determinan el color de la piel y su bronceado.
El proceso de renovación de la piel
es un ciclo perfectamente armonizado que dura 28 días. Durante este tiempo se forman nuevas células, que finalmente queratinizan y suben a la superficie.